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viernes, 8 de mayo de 2009

Neverland

Nunca jamás olvidaré esa tarde de invierno, en la cuál por esas cosas que solo el destino sabe, decidí ir a dar una vuelta a la ciudad para ver que podría hacer para matar el aburrimiento. Salí de mi apartamento, y desde que puse un solo pie fuera del edificio, sentí un mal augurio que recorría mi cuerpo de pies a cabeza… Como esa sensación que uno siente cuando está por enfrentar a su peor pesadilla, cara a cara en un sueño, la única diferencia con mi sentimiento, era que nunca sentiría esa sensación de alivio al despertar en una cama sano y salvo… Se me ocurrió una brillante idea (eso pensé yo) ir a un parque de diversiones que había llegado hacía unas semanas atrás. “Neverland”. Ubicado en un puerto a las afueras de la ciudad (tan solo mencionar ese parque, ahora me da escalofríos y me hace recordar esa experiencia que desearía no haber vivido). Cuando pude ver la débil luz del sol, escondiéndose, y la hermosa luna emerger, pensé que sería unos de mis mejores días, uno en los que a uno le da gusto de estar vivo y ser uno mismo, aunque todavía seguía con esa sensación de mal augurio. Llegué a mi auto, el cual estaba estacionado en una esquina a unas cuatro calles al norte de mi apartamento. En esa ancha, oscura y peligrosa transversal, no existía luz alguna, más que la del sol, reflejado en la preciosa luna. Introduje la llave, para poder abrir la puerta y en el mismo momento sentí una sombra que recorría todo mi ser, por un par de segundos no pude ver la luz… (Pensé que me había desmayado, pero en mi interior por algún motivo, sabía que eso no era posible). Desperté. No sé cuanto después, pero me pareció una eternidad, me sentí vacío como si me hubieran quitado mi juventud y energía (no me atrevo a decirlo, pero me pareció como si me hubieran quitado el alma misma de mi ser). Decidí ir igual a pesar de mi estado a ese parque, pero antes pensé en ir a mi bar preferido “Good Things” - para ver si un par de bebidas me hacían pasar ese mal ánimo. Luego de unos 5 minutos de viaje llegué al bar ubicado en el centro de la ciudad, estacioné detrás de éste. Al descender de mi vehículo presencié otra vez a esa sombra o espíritu. Fuese lo que fuese, no permitiría que me volviera a invadir esa sensación de nuevo. En menos de lo que yo mismo esperara eché a correr a toda velocidad hasta mi destino. La oscuridad empezó a devorar todo lo que había mi alrededor, me pareció que hasta la misma luna era despojada de su luz. En la corrida, mi cuerpo segregó tanta adrenalina, que me pareció casi imposible no haber muerto en el intento, mientras corría se me vino a la mente todos los momentos felices de mi vida: desde mi primer cumpleaños hasta mi último gran logro en mi trabajo. Pero todos estos momentos se vieron opacados por esa oscuridad absoluta de la cual yo escapaba… Cuando me encontraba a menos de media cuadra de distancia del bar pensé en que todo eso había sido tan solo mi imaginación y que no podía haber forma de que fuese real, dado que era imposible de que algo me acechara así. Pero yo lo sentí, era tan real, la oscuridad, el desmayo, la melancolía repentina. Todo eso hacía un indicio a que algo me seguía, e intentaba hacer algo con mi persona (desde ese momento mi mente empezó a vacilar de la cordura y la explicación lógica, a la demencia y hechos sobrenaturales). Por fin llegué al condenado bar. Abrí furtivamente las puertas principales (intentando así de que algo de lo ocurrido cambie) me le acerqué al cantinero y le pedí una botella de agua y un Martini de manzana. El cantinero al ver mi estado y mi forma de entrar al recinto, pensó que yo estaba bajo el efecto de alucinógenos. Yo a duras penas intenté de contarle los acontecimientos, de forma que parecieran creíbles para alguien que por su suerte no ha tenido que vivir mi experiencia. El cantinero hizo un gesto con la cabeza en forma de hacerme saber que entendió lo que me había ocurrido. Luego de un momento de silencio, el cantinero rompió el mismo haciéndome una pregunta: si yo pensaba ir al parque Nerverland. Casi con un hálito de voz le respondí: sí (en ese momento mi subconsciente me envió mucha información a la vez, una era que el cantinero era un vidente, otra que me estuvo siguiendo, y por último, la que yo tomé como verídica, que el cantinero había pasado por mi situación). El hombre era de baja estatura, corpulento, con un aspecto algo sombrío, por último tenía una mirada desoladora. Me miró fijo a los ojos. Sentí como si el universo se empezara a doblar, a cambiar y girar todo a la vez - esto ocurría mientas miraba a Eric (su traje llevaba un cartel con su nombre). De repente, presentí que el mundo dejó de girar por completo, miré a mí alrededor y vi un paisaje de lo mas sombrío y lúgubre (hasta en este momento, no tengo palabras para expresar lo que vi con mis propios ojos aquella noche). Sorpresivamente en un abrir y cerrar de ojos volví al mundo normal y Eric había desaparecido de mi vista. En su lugar había un joven muchacho. Ahora sí estoy confundido pensé. Le pregunté donde se encontraba Eric, el me respondió que él era Eric. Yo lo miré fijo y le pregunté donde estaba el hombre con el que yo estaba hablando segundos atrás. Él me respondió que todo ése tiempo, yo, estuve hablando con él. Cuando me dijo esto, yo no tuve otra reacción más que salir del bar e intentar olvidarme de lo ocurrido hasta entonces. Salí del lugar e intuí que me iba a ocurrir algo malo, no acababa de pensar esto que veo de nuevo a mi ya compañera sombra. Sin dudarlo, corro hasta mi auto. Llego a éste y me encuentro con que no arrancaba, (mi presión llegó hasta las nubes a tal punto que lo ocurrido en esos minutos lo recuerdo muy borrosamente). Cuando la sombra estaba por hacer una colisión inminente con mi coche, mi auto arranca y piso el acelerador al fondo. Luego de una vertiginosa carrera hasta mi domicilio, entré en mi habitación e intento de olvidar todos los hechos durmiendo. Pasado ese espantoso día desperté y me sentí vivo y lleno de energía. Con tanta energía, que esa tarde intentaría ir al parque de diversiones de una vez por todas. Nada se interpondría. Iría y disfrutaría de mi estancia allí y capaz que devele el misterio de Eric y la sombra. Salí a la calle en busca de un taxi, no pasaron 4 minutos que encontré a uno disponible (y quien era el taxista… nada más ni nada menos que Eric). Le pregunté por qué había desaparecido en el bar el otro día. Pero me preguntó quien era yo. Cuando lo miré nuevamente, como por arte de magia el hombre no era más Eric sino era un taxista como cualquier otro. Al ver mi error le ofrecí una disculpa, el taxista no dijo nada y siguió el rumbo que yo le había dicho con anterioridad. Llegué al parque de diversiones y entré decidido. El parque era alegre, en su totalidad lleno de luces (a pesar de que sea de día) y gente divirtiéndose por todos lados y rincones de aquel colorido y musical lugar. Cuando caminé un poco por el parque llegué a una zona, la cual parecía clausurada por algún motivo. Un instinto de curiosidad me dijo que vaya a explorar el lugar. Era un castillo el cual había sido clausurado- por un incendio, supuse- dado que en su totalidad se encontraba quemado. Entré por una puerta de madera al estilo medieval, tenía un contorno de madera finamente tallada con dragones y caballeros como Sir Láncelot y otros integrantes de la mesa redonda del Rey Aturo. En todo el contorno concéntrico del castillo se encontraba una fosa de más de 3 metros de profundidad con agua. La única forma de cruzar el agua era por medio de un puente levadizo. El espacioso interior del sitio era como para albergar a 50 personas en esa sola sala. La habitación estaba deteriorada, tenía un aspecto fantasmagórico y el tan solo caminar por sus resquebrajados adoquines daba aprensión. Me di cuenta de que cuando entré a ese lugar, mi vista se volvió igual que cuando miré a Eric por primera vez. Luego de una breve exploración por el lugar llegué al patio del castillo el cual estaba cubierto de tierra y se encontraba cerca del agua. Repentinamente apareció la sombra sobrevolando los terrenos, trayendo consigo un sin fin de nubes y relámpagos, que fulguraban el cielo, cual tormenta de rayos en pleno campo traviesa aterrizó y cambió su forma por medio de una metamorfosis al humano llamado Eric. Él sin que le preguntara nada, me contó que él había muerto en el accidente del castillo y quería que lo librase de sus ataduras a este mundo. Mi sentimiento de compasión me decía que debía ayudarlo, pero mi conciencia decía lo contrario. Igual le pregunté que podía hacer para ayudarlo. Él me respondió que le echase tierra, yo sin dudarlo lo hice (con esta acción había desatado a un demonio de sus ataduras y dejado en libertad). Hubo fulgores y ráfagas de incandescentes y lumínicas luces de colores. Luego de que el polvo se disipó un poco, vi lo que había detrás de esas luces… Nos miramos por un instante y cuando escuché ese chillido parecido al de una gaviota, dejé mí cordura a un lado y empecé a correr despavorido golpeando todo y a todos los que estaban frente a mí. Estaba escapando de algo inexplicable. Eso… eso era lo que estaba sucediendo…
Y pasaron los años, mi cabello se volvió gris. Mis huesos se fueron deteriorando, pero mi cordura, la cual se me había sido arrebatada ese día, volvió y siguió siendo lúcida. Ahora es un día de invierno, como el de hace 40 años atrás, pero yo estoy cómodamente sentado en mi sillón preferido, viendo a los leños arder por un fuego que insita a uno a quedarse dormido en su calor abrasador. Repentinamente, aparece una sombra en la habitación, pero ya no me importa, no trato de huir, sea quien sea, me voy a quedar aquí. Detrás de mi sillón veo a la figura. No es nadie más ni nadie menos que, mi nieto preferido Eric. Él se acerca a toda velocidad hacia mi regazo. Lo veo con mis ojos lagrimosos y lo tomo de su cuerpecito, trayéndolo hacia mí. Lo siento en mis rodillas, me mira con sus pupilas dilatadas y con una especie de aura que solo los pequeños tienen en su mirada - un encanto de gracia divina-, y él sobresaltadamente expresa su inquietud: -¡Abuelo! Quiero que me acompañes.
-¿A dónde? – Pregunté con curiosidad
-A un parque de diversiones
-¿Cómo se llama? – pregunté en tono enigmático

Se produce un corto pero interminable silencio. Las luces se prenden y se apagan reiteradamente. Estallan los focos. Las ventanas se abren y cierran constantemente, azotándose y finalmente rompiéndose. Las puertas se cierran con llave. El ventilador se desprende del techo. Un manto de oscuridad reina en el recinto, salvo por ese resplandor del fuego. Lo único visible en la habitación eran las sombrías siluetas de los dos personajes sentados en el sillón frente al hogar encendido. Es allí cuando la mirada del pequeñín cambia de dulce y encantadora, a una, rojiza, profunda y lúgubre. Su pequeña sonrisa se transforma a una muy macabra y diabólica, y por último su armoniosa voz muta por una grave y de ultratumba diciendo penetrantemente: “NEVERLAND”

Escritor: Phoenix

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